
DARKEST AFRICA
Director: B. Reeves Eason y Joseph Kane. Con Clyde Beatty, Manuel King, Elaine Shepard y Ray Corrigan en el papel de Bonga. Serial de 15 episodios. USA, 1936
De casualidad me he enterado de que hoy, otra vez, vuelve a ser el Día Mundial del Traje de Gorila. Los fieles del Desván ya saben que en esta casa se celebra todoel año sin parar, pero ya que estamos, qué mejor que traer a colación una joyita de nuestro Cine Primate y presentarles de paso a Ray «Crash» Corrigan, estrella de serie B, vaquero en mil y un filmes, gimnasta, especialista de cine y Gorila profesional. Un respeto, pues y a descubrirse todo el mundo!!

En 1902 nacía en Milwaukee en el seno de una clásica familia WASP quien estaba destinado a convertirse junto a Charles Gemora y Emil Van Horn, en miembro del Monkey Men Hall of Fame de Hollywood. El bebé, rollizo y desarrollado como su padre, fue bautizado como Raymond Benitz Corrigan, un nombre que no tardó en cambiar por el de Raymond Bernard y que sustituyó más tarde por el de Ray “Crash” Corrigan, cuya sola eufonía semeja un canto al american way of life. Y es que su ser fue tal como su nombre sugiere: dinámico, agresivo, emprendedor, satisfecho de sí mismo, todo en Corrigan es amor por la acción y aversión a lo sombrío. Una forma de ser que choca a primera vista con la clase de persona que uno creía capaz de disfrutar vistiéndose de gorila.

Trabajado su cuerpo en el gimnasio, Ray logró un físico la mar de apañado que le hizo soñar con triunfar en el cine, así que ni corto ni perezoso hizo las maletas y marchó a Hollywood. Mas no le fue fácil ser admitido en la Meca del Cine. Menos mal que Ray no conocía el desánimo y terminó por encontrar trabajo en un gimnasio. Así hasta que en 1932 uno de sus clientes, admirado por su físico, le ofreció sacarse unas perrillas extra trabajando como doble de un campeón olímpico que iba a debutar en el cine. Johnny Weissmuller se llamaba, y el filme era Tarzán de los Monos.

Allí tuvo Ray la más profunda experiencia espiritual de su vida. Uno de los actores que hacía de miembro de la familia simia de Tarzán se indispuso, ofreciéndosele la oportunidad de vestir por vez primera un traje de gorila, y no un disfraz cualquiera sino un primor confeccionado por el mismísimo Max Factor, el millonario de los cosméticos, que por entonces estaba en nómina del departamento de maquillaje y efectos especiales de la Metro. No puedo imaginar qué milagro de íntima poesía se obró en el ánima de aquel ser eminentemente materialista tan poco dado a esas veleidades; el caso es que al finalizar la secuencia y desprenderse de la vestimenta, un Corrigan transfigurado salió a la luz: había sufrido una revelación, costase lo que costase debía poseer un traje como aquel.

Así que encargó en el estudio que le confeccionasen un disfraz de gorila a su medida, con sus mandíbulas batientes, sus dientes de marfil y todos los complementos. Le impuso el nombre de N´Bonga y decidido como todo hombre práctico a sacarle beneficio económico a su afición emprendió un peregrinaje de estudio en estudio ofreciendo sus servicios como Monkey Man.

N´Bonga –Bonga para los amigos- alcanzó la gloria en uno de ellos, la obra maestra de la intrascendencia Darkest Africa, quince capítulos canónicos facturados por la modesta Republic en 1936. Va de aventuras en un continente negro ejemplar lleno de fieras, civilizaciones perdidas, una diosa blanca, ambiciosos cazadores, nativos atontados y hombres que vuelan, el elemento más espectacular, bien que se trate de tres tomas distintas repetidas una y otra vez en cada entrega según ordena la tacañísima ley del género. La protagoniza Clyde Beatty, domador bajito y anguloso de cuando el circo era espectáculo de masas, que aprovechó su popularidad entre función y función para interpretarse a sí mismo en varios filmes elementales donde la trama no es sino pretexto para verle cabreando con palo y látigo a sus tigres y leones. AQUÍ les hablé ya de él.

En su periplo por la jungla de pega de esta África Misteriosa le acompañó otro outsider, Manuel King, niño latino algo pasado de peso que actuaba junto a Beatty en sus números circenses. Aquí es un tarzánido apadrinado por el restante componente del grupo, el gorila Bonga, glorioso Ray Corrigan de aspecto feroz -era la primera vez que un tipo de su corpulencia se metía en la piel del simio- que como es natural acaba por convertirse en el protagonista del serial. Tras los fotogramas resuena todavía el eco de los aplausos arrancados a un público devoto ante cada una de sus cabriolas y coscorrones, y es que Bonga, como todos los antropoides Corrigan, tiene la mano fácil y no se lo piensa dos veces a la hora de atizar a los numerosos enemigos de su amito. El público, ya lo saben, adora las certezas y odia la incertidumbre, y verdad más indiscutible que un coscorrón de gorila pocas hay en el mundo, desde luego.

Como es norma, los capítulos repiten una y otra vez el mismo esquema, planos y secuencias idénticas multiplican su aparición y los decorados suelen mostrarse en una sola toma que se repone cuantas veces haga falta. A quien comprenda la naturaleza real de este tipo de filmes tales penurias se le dan una higa, y hace bien, porque no se debe navegar por ellos sino guiado por la voluntad de hacerse cómplice de tan ingenuas simplezas adoptando la fe del creyente, una vía como otra cualquiera para salir de uno mismo y alcanzar la iluminación…
