¡Estoy, nietales, que no quepo en mí de gozo! La mayoría de ustedes sabrán de la devoción que entre estas cuatro paredes se siente por Tarzán, la feliz creación de don Edgardo R. Burroughs. Mito ingenuo, sincero, simple como un botijo y para algunos antipático, no puedo evitar caer en las redes de su fascinación. La selva de juguete trufada de fieras, salvajes y civilizaciones perdidas se incorporó desde bien temprano a mi ADN y frecuentarla de la mano del más famoso Hombre Mono me proporciona invariablemente un gusto primordial.
Devoradas paso a paso las veinticuatro novelas originales, archiconocidos los tebeos de Foster y del último clásico, Russ Manning; frecuentadas las viriles versiones gráficas del señor Kubert, solo me quedaba por saborear, ay, las versiones apócrifas del personaje realizadas en la Argentina de los años treinta y editadas por la célebre casa bajo el fantasmagórico sello de J. C. Rovira, responsable de tantísimos títulos apetecibles en aquella otra orilla del charco. Los rumores apuntaban a que su calidad y sentido de la maravilla poco tenían que envidiar al del señor Burroughs, mas la dificultad de acceder a ellos y los altísimos precios que solicitan habitualmente los chupasangres habían provocado que, perdida toda esperanza, mis ansias de conocimiento fuesen a dar al pozo de los deseos marchitos.
Obra son, al parecer, del escritor Alfonso Quintana, que figuraba como traductor; numerosas, se dividen en varias series pobladas por cíclopes, árboles devoradores, caníbales varios, faraones extraviados y otra de la fauna habitual de la tan querida África de mentiras. Pinchando AQUÍ encontrará el curioso amplia información de la mano del supersabio argentino don Carlos Abraham, harto más versado que yo en la materia.
La cosa es, y de ahí el motivo de mi alegría, que las novelas de marras están siendo editadas en España desde el año pasado (¡¡y yo sin enterarme!!) en precioso formato, con las bellas cubiertas a tres tintas originales de Mendía y un texto repicado limpio y claro que hasta mis cansados ojos leen sin dificultad. Don Jorge Tarancón, ese inigualable heraldo del pulp custodio de tesoros inmensos que del modo más generoso pone al alcance de los vulgares mortales, se encarga de editarlos y distribuirlos, lo que le aproxima a ojos de este anciano a la Santidad… y para colmo a un precio más que popular, acorde con tiempos tan menguados como estos!!. No sé lo que harán ustedes, yo pienso pasar esta Semana de Pasión junto al Tarzán porteño. Ávido estoy de contarles como irá esta peripecia…