Archivo de la categoría: La Otra Realidad

Reflexiones electorales

Como que esta semana se celebra la gran Fiesta de la Democracia y, desde que me han proscrito en Feibus, he decidido enmendarme y ser buen ciudadano, voy a consagrar los días que quedan hasta las elecciones para reflexionar sobre la orientación de mi voto, ayudado, muy apropiadamente, por una serie de cuentos de los que tanto abundan en esta casa.

Hoy martes me dedicaré a ponderar en su justa medida la gestión del gobierno de mi ciudad y autonomía durante estos años pasados:lladres_0001

Valoraré el miércoles la labor abnegada de nuestros próceres, siempre reunidos en comités centrales, corporaciones municipales, consejos de administración:lladres_0002 Para mejor informarme, asistiré el jueves a un mitin. De cualquier formación, da igual: en todas hay líderes, aplausos, emoción colectiva a raudales: lladres_0003 Durante el viernes me leeré los programas de los principales partidos, no sea que alguno me quiera dar gato por liebre, que luego pasa lo que pasa: lladres_0004 Les conmino a ustedes, demócratas de toda la vida como les supongo, a que hagan lo mismo que yo y no frivolicen con asunto tan serio. Y a ver qué me votan, que no sé porqué será pero al final siempre parece que gana en todas partes el mismo señor: lladres_0005

Caperucita y el Hombre Lobo

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¡Menudo regalazo les traigo hoy para inaugurar como quien dice la temporada! ¡Nada menos que una hermosísima versión de ese clásico de los cuentos de horror que es Caperucita Roja, enterita de cabo a rabo para que no se quejen! Recréense con el exquisito trazo del genio Asha, su autor, un exquisito y muy escurridizo dibujante de los años veinte y treinta, al parecer de origen belga, que se prodigó en publicaciones para niños en la España de la Dictablanda y del que parece imposible averiguar casi cualquier cosa… ¡Y mira que me gustaría…! 

Barroco, amigo del disparate, amante del absurdo y el exceso, la suya es versión cruda, perversa por los cuatro costados y sin embustero final feliz: léanla atentamente, vean a ese Hombre Lobo pedófilo y bestial, contemplen a las locas parientes de esta Caperucita de trasfondo erótico y cruel, de aquellos que perturban bajo su aparente candidez. Un relato en que el protagonismo lo detenta un Lobo babeante de hambre y lujuria, colmillo presto y cuchillo en mano, suerte de Lolita y Jack el Destripador que culmina en una de las páginas más feroces que háyanse ilustrado nunca para la infancia… Vengan y estremézcanse…

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Munchhausen contra los Monstruos

munchhausen_0005Cuando hace un millón de años lo conocí no supo el Barón de Munchhausen despertar mis simpatías. Era un señor algo mayor, más en todo caso que los seres ficcionales con quien uno estaba acostumbrado a tratar, y aunque lucía un hermoso bigote, sus modos algo vulgares, su peluca empolvada, su uniforme de militar de opereta y cierta zafiedad teutónica más intuida que expresa hacía aflorar al rostro una mueca de desconfianza y rechazo. Al revés de lo que ocurría con cualquier otro personaje de los cuentos de hadas. 

munchhausen_0010 munchhausen_0011munchhausen_0002munchhausen_0003Y es que el Barón, por más que así pretendiesen los editores una y otra vez, nada tenía que ver con las criaturas feéricas con que se empeñaban en hermanarle. Lejos del absurdo, de la maravilla o de la libre fantasía, era un borrachín embustero cuya estirpe estaba más cerca de Quijotes y Gulliveres que de las brujas y ondinas al uso. Un injerto contra natura en un universo infantil que no es el suyo. Comprenderlo es importante para empezar a apreciarlo.

munchhausen_0006munchhausen_0007Para colmo la adaptación germana de 1943, tan del gusto de Joselito Goebbels, parece tener miedo al fantástico de verdad y resulta a la postre envarada y decadente, incapaz de emocionar por más visitas a la luna o al Gran Turco que haya por medio. Debo a Nuestro Padre Karel Zeman y su visionario filme de 1962 El Barón Fantástico el conocimiento de la verdadera naturaleza de este aristócrata tronado y delicioso. Vive Munchhausen en una Europa soñada, demasiado deudora de la cosmovisión dieciochesca para que el niño del siglo XX, y no digamos del XXI, pueda apreciar sus notables méritos. 

munchhausen_0012munchhausen_0004munchhausen_0009Karel Zeman fue el primer desvelador, pero don Alejandro Coll con sus fabulosas ilustraciones de esta versión de Molino de 1942 -año en que lo alemán está en España más de moda que nunca- es el segundo. Su estilo clásico que tanto admiro -vean sino AQUÍ una pasada loa a su arte directo y pulposo- capta como ninguno el aire falsamente realista que la narración precisa. Monstruos colosales, dioses olvidados, seres importados de las Mil y Una Noches, leviatanes y gigantes resurrectos por su trazo redimen por fin al incomprendido Barón: un habitante de pleno derecho de ese universo que dicen irreal en el que algunos residimos tan a gusto arropados por dulces quimeras…   

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El fantasma de Fátima

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Se acordarán de sobras ustedes de los cuentos troquelados, aquellos para lectores incipientes que fueron primera exposición a la estética para generaciones de españoles: la ratita con la escoba de Ferrándiz, el astronauta infantil, versiones cutres de Caperucita, Blancanieves o cualquier otra criatura exenta de copyright o, por qué no, la mismísima Virgen de Fátima. Cuentos de grafismos a menudo  estomagantes, sin menoscabo al mérito técnico que acompañaba tamañas cursilerías. Hoy les acerco este bizarro ejemplar, muy a tono con el retorno al nacional catolicismo auspiciado por nuestras más altas autoridades, una cosa que parecía, ay, agua definitivamente pasada…

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No acaban de entenderse las intenciones del editor al seleccionar esta historia. Incluir a la Virgen de Fátima entre el Sastrecillo Valiente, Aladino o La Cenicienta parece más sutil mensaje ateo, o cuanto menos heterodoxo, que voluntad de fomentar la fe en lo inverosímil que guía a presbíteros y clérigos: por fin un arrebato de sinceridad, aunque sea a su pesar. ¿Se deberá a ello la referencia a las «almas candorosas» que creen aunque no vean que contiene el texto de la página de arriba?  

Los dibujos de José Tello, tan correctos como poco brillantes, no tienen desperdicio, entre esos niños pasmados y rollizos, la barba sospechosamente luciferina del incrédulo alcalde, la espectral (in)corporeidad de la Virgen o ese planeta estrangulado por las cuentas de un rosario que aparece en la última página.

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Como cuento, la verdad, es de lo más enfermizo que a un niño pueda dársele. La suerte de los pastorcillos, muertos en la niñez o encerrados en un convento de por vida, no cabe ser más siniestra; el sol danzante es un clásico del pavor que acompaña toda manifestación divina por lo menos desde tiempos de Amón Ra; las recomendaciones de la Virgen, rosario y penitencia a perpetuidad, carecen de atractivo para cualquier mente en su sano juicio… y qué me dicen del críptico cerdo que enmarca, retorcido, el índice de la colección? Todo un misterio, de los que dan muy  mal rollo.  

El jardín secreto

Secret Garden

THE SECRET GARDEN

Director: Fred McLeod-Wilcox. Con Margaret O´Brien, Elsa Lanchester, Dean Stockwell, Herbert Marshall. USA, 1949

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Me suelen gustar estos filmes que no son fantásticos y sí lo son, que no son de miedo y sí lo son, que no son góticos y acaban por serlo más que ningún otro. Y si tratan del paraíso y la pesadilla de la infancia, mejor que mejor. Tema peliagudo que en raras ocasiones cuaja bien -pienso en las ejemplares La maldición de la Mujer Pantera o La noche del cazador-; hombre, este Jardín secreto no llega a su altura, pero resulta a veces tan sugerente como aquellas obras maestras. Cuento gótico antes que nada, que respeta todos y cada uno de los amados lugares comunes: mansión hecha de sombras donde una joven -una niña aquí- pasea perdida candelabro en mano; crímenes añejos, funestas sospechas, llantos y voces en la noche, lacayos y señores de atormentada crueldad.

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Margaret O´Brien, huérfana y con doce añitos, marcha desde la India a vivir a la soltaria mansión de su tío, llena de torreones, oscuridad y misterios. Nuestra actriz infantil predilecta se encuentra allá perdida en medio de personajes hostiles encarnados por un reparto de quitar el hipo: la novia de Frankenstein Elsa Lanchester componiendo su habitual papel de risueña chiflada; el niño prodigio Dean «Kim» Stockwell haciendo de paralítico, muchos años antes de ponerse a cantar como un pervertido en la moderna Terciopelo azul esa que les gusta tanto; Herbert Marshall, el del rostro eternamente grave, como señor cuasi vampírico del castillo; y hasta el gran George Zucco ejerciendo de ángel bueno, al revés de lo que nos tiene acostumbrados.

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Canónico cuento gótico, ya digo, donde del candelabro a los corredores inmensos y voraces, de la casa en los pantanos al paisaje de madera y escaleras, todo deviene elemento narrativo. Deambula Margaret por la mansión conociendo a otros niños frágiles y tristes, infelices como las criaturas del dibujante Edward Gorey. Un enorme jardín de setos recortados, claramente Otro Mundo laberíntico y versallesco, dará la clave a los infantes para culminar con éxito su peripecia. Un viaje iniciático -de la India a Inglaterra, del lecho de enfermo al exterior, de la tiniebla a la luz como está mandado- en el que deberán apurar hasta el fondo la copa de hiel antes de volver a nacer transformados en un nuevo ser.  

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Y es que en los mejores momentos este Jardín deviene onírico y hasta metafísico, permitiendo una suerte de lectura oculta por elemental que sea, un poco como en aquel precioso cuento de H. G. Wells, La puerta en el muro, en el que el protagonista traspasó una vez una puerta que daba paso al paraíso, sin poder nunca más volver a encontrarla. También aquí la clave de la salvación la da un jardín abandonado y renacido tras diez años cerrado a cal y canto, único espacio en que el color estalla haciendo aún más oscuras las amenazadoras sombras precedentes. Cuervos, zorros, animales que allí casi hablan con las personas, conexión con el alma de la naturaleza que acompaña toda gnosis, toda revelación. 

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Historia de pecado, purga y redención contada con la adorable estética expresionista del cine de terror clásico, no es El jardín secreto filme absolutamente redondo al no conseguir  mantener del todo el aliento mágico que la historia requiere. Del todo, he dicho: no por eso deja de respirarse durante buena parte del metraje -lo que en sí es ya un prodigio-, por más que un final feliz algo precipitado haga fácil concesión al empalago y el lagrimón, fuera de lugar en historia tan excelsa. Delicatessen más que recomendable, desde luego, sobre todo para aquellos que van al cine intentando atisbar en las pantallas retazos de aquella Otra Realidad siempre tan esquiva…

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