Uno de los dibujantes más injustamente olvidado en este tiempo nuestro especialista en desmemorias es don Enrique Pertegás, ilustrador de folletines, portadista de novelas populares, pintor de cosas serias, historietista de deliciosos modos arcaicos, cronista feliz de una Valencia sensual y jacarandosa. Antes de la Guerra firmaba Tramús en sus colaboraciones más picaronas, casi todas ellas publicadas por Vicent M. Carceller, editor, erotómano, republicano y anticlerical responsable del feroz y descacharrante semanario La Traca.
Cara pagaron su osadía: Carceller fue a parar al paredón cuando las tropas de la Cruzada de Liberación Nacional tomaron Valencia; Pertegás, dice la leyenda, se salvó por un pelo porque nadie supo de su seudónimo Tramús, el que gastaba para el humor político y sexual de grueso calibre. Como el de estas publicaciones verdes, en la línea erótica de la Dictablanda, pobladas por mozas de ánimo harto más desenfadado del que predominará solo unos años más tarde.
Carnes turgentes, prietas, celebración del exceso y látigo de anorexias, metáfora de una abundancia jocosa condenada al exilio durante las siguientes décadas. Canto a la vida hecho de sal gorda y trazo fino, incorrecto a ojos pudibundos se mire como se mire. Longanizas y panquemaos, mordiscos y traseros, medias negras, corsés y textos mustios a caballo entre lo fallero y la sicalipsis entonces tan en boga: ibérico erotismo, qué duda cabe…