Archivo de la categoría: De Pulps y Folletines

UN FU MANCHÚ ESPAÑOL

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Sí, nietales: aunque les parezca mentira, Fu Manchú es español. Y desde hace mucho tiempo, no se crean. Todo el mundo conoce que fue San Sax Rohmer quien crease al Tres Veces Doctor; lo que no es tan sabido es la peripecia del perverso mandarín en la España de la dictablanda,  la república  y la dictadura, que hasta que no vino la Transición no fue posible extirpar de la península tan perniciosa semilla. Repaso completo de las andanzas de Fu en estas tierras viene en el colosal «Superhombres Ibéricos» -ese libro que todos ustedes deben adquirir sí o sí-; traigo hoy acá la más afortunada de las encarnaciones del chino en España, acaecida en 1934 en una breve colección de folletines -o pulp, si prefieren el barbarismo- publicada por Editorial Fénix.

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 Textos anónimos, que ni hoy sabemos quién fue el autor, dibujos firmados por un tal Esteban que piadosamente calificaremos de brutos y salvajes. En consonancia, este Fu es tipo poco refinado, lejos de la majestad que destila en las novelas originales. Se mueve en petit comité, acompañado por su inseparable Mustafá, un moro monstruoso que no para de hacer diabluras mientras repite ¡Kif, kif! una y otra vez, como reclamando su ración de psicotrópico. Nuestro mandarín español es harto más basto que el británico, y gusta ejercer en persona crueldades y torturas que en los textos de Rohmer delega en sus secuaces. Célebre es el episodio en el que ataviado de tuareg se entretiene sacando los ojos con un puñal a toda una columna de soldados franceses, no parando la faena hasta que el brazo ya no le da más de sí.

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Nadie espere encontrar aquí al doctor Petrie y Nayland Smith, tradicionales némesis del uñilargo asiático. Un detective nipón que responde al improbable nombre de Jap Kung y un aventurero español de buena familia llamado Carlos Laurel serán quienes se encarguen de arruinar sus planes. Que dicho sea de paso, son un prodigio de inventiva y felicísimos disparates: construir en pleno Londres un templo donde un sabio loco crea monstruos ayudado por un extraterrestre malo a quien persigue uno bueno, ambos más feos que Picio; utilizar para matar a sus enemigos un buda vampiro, engendro de colosal cabezón que aunque no pueda ni andar acaba con cuanto bicho viviente se cruza en su camino; criar ejércitos de monos fumadores que con sus colillas incendian por encargo valiosas instalaciones petrolíferas… Un festín genuinamente loco que rara vez se da con tanta prodigalidad en el pulp ibérico.

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Mas no eche nadie las campanas al vuelo creyendo estar, como me pasó a mí, ante un genio ignorado del folletín patrio: varias novelas he localizado que son descarados plagios -cuando no copias directas- de sendos títulos del ínclito Harry Dickson. La Voz sin cabeza es refrito de El camino de los Dioses, de San Jean Ray; a Las estrellas de la muerte ni siquiera se han molestado en cambiar el título: solo el nombre de Fu Manchú sustituye al del villano original. Y es más que presumible que lo mismo ocurra con al menos varios más de los doce títulos que componen la colección… Genio español sí, pero de la trampa, la fullería y la caradura, vicios que tan familiares nos son. Lo que, en el fondo y dado lo aberrante de mis gustos, no hace sino añadir encanto a la serie… 

La vida es un folletín

Vuelvo hoy, tras largo paréntesis, porque me da la gana y sin explicaciones. La vida, ya digo, es un folletín. La confirmación me llegó la otra noche de la mano de Bird, el pequeño saltimbanqui, sabiduría iniciática para quien sepa observarla, pura poesía y metafísica. Vean sino sus vidas  en  comprimido retrato. Doce imágenes sin retocar. Crudas y verdaderas, como lo que se intuye en cualquier esquina. bird_0001

Se nace como de las aguas, mártir y con dolor: de la nada al ser… ahí es ná! bird_0002

La infancia es adiestramiento, urgencia eterna, jaula didáctica: la realidad no concede tregua. bird_0003

Heraldo de las sombras venideras son los miedos primeros…

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…vigorosamente constatados más adelante.

bird_0005bird_0006 Amenidad indeseada proporcionan persistentes fantasmas, miopes  y malvados empeñados, vaya usted a saber porqué, en amargar nuestro devenir… bird_0007

Va pasando así el tiempo, insertos ya en las vicisitudes del mercado de trabajo… bird_0008

Y el amor, o más o menos, consoladora presencia del otro afín por más trampas que se interpongan. bird_0009

Luego, el día que menos te lo esperas, la realidad aparentemente domesticada se quiebra bajo los pies… bird_0010

Y lo quieras que no, sabes que la fiera existe, que ataca, que muerde y que hay que rehuirla con uñas y dientes. bird_0011

… y sin embargo, la vida es tan gloriosa…! bird_0012

…por más que pasto de lobos nos sepamos siempre…

¡¡Superhombres Ibéricos!!

 

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¡¡Por fin aterrizaron los Superhombres Españoles en la península!! Ya puede enciontrarse en los mejores establecimientos del ramo la colosal historia de estos seres que han poblado tebeos, novelas populares y hasta películas hispánicas desde los años treinta hasta ahora mismo, como quien dice…

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Publicado el libro por Edicions de Ponent, la escritura corre a cargo de mi nietuco predilecto, don Pedro Porcel, en un volumen de gran formato llenito hasta la bandera de fenomenales ilustraciones, datos, anécdotas y jolgorio diverso. Y para que no se diga que el Abuelito no ha contribuido a esta empresa justa y necesaria, he tenido a bien redactarle un Prólogo como está mandado. Que coloco acá porque me da la gana, para que puedan leerlo todos. ¡Bien seguro estoy de que tras leerlo no podrán resistir el impulso y correrán a adquirir tan sensacional estudio! ¡¡Se lo recomiendo por su bien!!

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                              PRÓLOGO DE SUPERHOMBRES IBÉRICOS

Una vieja y un viejo van p´Albasete, van p´Albasete… lairo lairo lairo lailairorairo lailairolailo… ¡Demontres! ¿Hay alguien ahí? Perdonen que no les haya visto antes, me han encontrado en pleno jolgorio regocijante. Esperen que me repeine, me aclare la voz y comienzo: este es el prólogo de un sesudo ensayo sobre las formas múltiples del mayor icono de la cultura popular de nuestro tiempo y… No, no, no: este libro, nadie se engañe, es una fiesta. Alegre y celtibérica, como debe ser, danzando me han pillado tras su lectura.

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 Es más, un libro que no sea una fiesta, flaco favor hace a cualquiera.

 Superhombres Ibéricos es un banquete colectivo con asistentes gloriosos y bizarros, enmascarados, bicéfalos, supermanes chuscos, señores de frac, chinos uñilargos, artistas pobres y jovencitas chispeantes. Un estudio placentero de los superhéroes, esas criaturas improbables y pelín prepotentes que todo el mundo toma por norteamericanas. Y que no obstante arraigadas están en esta Piel de Toro desde que comenzase aquel siglo XX atribulado y eterno. 

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 Nada es porque sí. Antes de saberse tal y lucir el reglamentario pijama multicolor, el superhombre ibérico anidó en los predios elegantes y desquiciados del folletín. Vistió bata blanca y frecuentó probetas ejerciendo de científico de imposibles inventos que le situaron muy por encima del común de los mortales. Y fue bárbaro ceñudo de músculo y espada, gustando ya como sus descendientes de solventar sus fantásticos conflictos a palo limpio. Su estirpe es europea y carpetovetónica, mal que su aspiración y destino haya sido la de convertirse a toda costa en americano.

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 Antes de conseguirlo encarnó en tebeos, en novelas y filmes olvidados. Rescatar su peripecia es el propósito de este libro, camino fecundo y alegre, como queriendo desmentir tan a menudo la miseria de su circunstancia real. Recordar autores enterrados, homenajear intrascendentes criaturas, descubrir el trazo sutil, casi subterráneo, de su evolución a través del tiempo.

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 Y gozar, gozar hozando en el pasado, degustando frutos recónditos, exóticos y sin embargo familiares. Voluntariosos, imperfectos, dignos de amor y sorna, superhombres ibéricos como nosotros mismos. Pasen, vean y reconózcanse.  

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El secreto de Charlie Chan

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Charlie Chan´s secret.  Director: Gordon Wiles. Con Warner Oland, Herbert Mundin, Rosina Lwrence, Charles Quigley. USA, 1936

Diez años llevo perorando, seis desde este rincón virtual, como para que todavía haya quien ignore el entusiasmo que en el Desván despiertan los ensueños del Cine Pulp. Y entre ellos, más que ningunos, los que constituyen largas sagas protagonizadas por personajes fijos, a ser posible provectos, correctos y engominados. Y de todos estos -que no son pocos, no crean- la devoción que se siente por aquellos caucásicos empeñados en hacerse pasar por chinos raya la obsesión. En otras palabras, que quiero mucho a Charlie Chan, Rey Sin Corona de los Asiáticos Impostados. Así que nunca está de más volver sobre él, si les gusta como si no, qué diantres!

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Ayer emitieron por Canal Desván Charlie Chan´s secret, tan vigente hoy como en 1936 cuando se estrenó. Volver sobre este tipo de cine supone sumergirse en placeres ya conocidos, ejercer de nuevo el oscuro vicio de la iteración, clave de la narrativa de género que tanto nos satisface como muy bien expresara don Óscar Wilde con aquello de «en toda repetición hay un placer». El secreto de Charlie Chan no sorprenderá a nadie que conozca otras aventuras del detective devoto de Confucio: lo contrario sería defraudar cualquier expectativa razonable.

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Como es norma en los filmes de la serie, este Secreto es un whodunit alambicado, adornado con esa parafernalia estética y argumental que tanto amamos: personajes excéntricos que siempre parecen ocultar algo, ambientes de alta sociedad, señoronas elegantes, mayordomos, damas de compañía y cadáveres que con su presencia rompen la confortable rutina. Trama que debe insertarse según manda el canon en un ambiente lejano para el espectador, sea la China, las casas de los ricos o el club de la élite, lugares tan inalcanzables como la luna o la Atlántida a efectos prácticos. Aquí es una mansión señorial hecha de sombras y maderas nobles por la que deambulan arquetipos diversos, escenario  no por conocido menos estimado.

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 Asunto de herencias millonarias en torno a las que pululan un puñado de educados lobos acechando babeantes, aderezado por la afición de la señora de la casa a organizar sesiones espiritistas que le van como anillo al dedo a una mansión que hasta demonios tiene labrados en el dintel de la puerta principal. Old dark house de iconografía gótica, con paredes que se abren para dejar asomar manos que arrojan cuchillos, un sirviente desabrido y siniestro llamado Ulrich, que es nombre como muy de miedo, un mayordomo miedica que con sus tontunas alegra la fiesta -el siempre grato Herbert Mundin– y una médium fraudulenta y lánguida provista de tablero de ouija y muerto apuñalado, elementos tan propios de su oficio.

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Y un montón de cosas que agradecer: Warner Oland humilde y perseverante recitando proverbios chinos, una dirección ajustada y eficaz de aquellas que pasan sin dejarse notar, la ausencia de cualquiera de los hijos medio lelos del detective con su eterno humor mala pata a cuestas, una fotografía precisa y sombría (a cargo de Rudolph Maté)  y un sentido de la maravilla que todavía hoy late bajo cada uno de sus fotogramas. Cine honesto y puro, sencillo, que no simple, del que nunca cansa por más años que se le echen encima…

Tarzán en Argentina

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¡Estoy, nietales, que no quepo en mí de gozo! La mayoría de ustedes sabrán de la devoción que entre estas cuatro paredes se siente por Tarzán, la feliz creación de don Edgardo R. Burroughs. Mito ingenuo, sincero, simple como un botijo y para algunos antipático, no puedo evitar caer en las redes de su fascinación. La selva de juguete trufada de fieras, salvajes y civilizaciones perdidas se incorporó desde bien temprano a mi ADN y frecuentarla de la mano del más famoso Hombre Mono me proporciona invariablemente un gusto primordial.

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Devoradas paso a paso las veinticuatro novelas originales, archiconocidos los tebeos de Foster y del último clásico, Russ Manning; frecuentadas las viriles versiones gráficas del señor Kubert, solo me quedaba por saborear, ay, las versiones apócrifas del personaje realizadas en la Argentina de los años treinta y editadas por la célebre casa  bajo el fantasmagórico sello de J. C. Rovira, responsable de tantísimos títulos apetecibles en aquella otra orilla del charco. Los rumores apuntaban a que su calidad y sentido de la maravilla poco tenían que envidiar al del señor Burroughs, mas la dificultad de acceder a ellos y los altísimos precios que solicitan habitualmente los chupasangres habían provocado que, perdida toda esperanza, mis ansias de conocimiento fuesen a dar al pozo de los deseos marchitos.

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Obra son, al parecer, del escritor Alfonso Quintana, que figuraba como traductor; numerosas, se dividen en varias series pobladas por cíclopes, árboles devoradores, caníbales varios, faraones extraviados y otra de la fauna habitual de la tan querida África de mentiras. Pinchando AQUÍ encontrará el curioso amplia información de la mano del supersabio argentino don Carlos Abraham, harto más versado que yo en la materia.

La cosa es, y de ahí el motivo de mi alegría, que las novelas de marras están siendo editadas en España desde el año pasado (¡¡y yo sin enterarme!!) en precioso formato, con las bellas cubiertas a tres tintas originales de Mendía y un texto repicado limpio y claro que hasta mis cansados ojos leen sin dificultad. Don Jorge Tarancón, ese inigualable  heraldo del pulp custodio de tesoros inmensos que del modo más generoso pone al alcance de los vulgares mortales, se encarga de editarlos y distribuirlos, lo que le aproxima a ojos de este anciano a la Santidad… y para colmo a un precio más que popular, acorde con  tiempos tan menguados como estos!!. No sé lo que harán ustedes, yo pienso pasar esta Semana de Pasión junto al Tarzán porteño. Ávido estoy de contarles como irá esta peripecia…

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Belphegor, el Fantasma del Louvre

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BELPHEGOR. Serie de televisión. Director: Claude Barma. Con Juliette Greco, René Dary, Francois Chaumette, Sylvie. Francia, 1965 

Estas últimas semanas han estado pasando en Canal Desván  una serie televisiva ejemplar que los más jovenzuelos entre ustedes, aquellos cuya infancia transcurrió en los años sesenta del pasado siglo, recuerdan sin duda con un eco de canguelo y de misterio, penúltimo avatar del folletín clásico -el último fue obra de Georges Franju, como pueden comprobar pinchando AQUÍ– retransmitido en España hacia 1966, anteayer como quien dice. Belphegor es obra en lo literario de don Arturo Bernède, folletinista canónico creador de otros héroes del género como el olvidado Judex.

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Comienza la acción de este telefilme insólito, de más de cuatro horas de duración, en el marco de un París presentado como territorio feérico, donde una visita al Rastro conduce sin que se sepa muy bien cómo hasta el refugio de un anciano que atesora noticias insólitas de hechos inexplicables metiditos los recortes de prensa en latas de conserva precintadas: inmejorable prólogo para introducirnos en un mundo paralelo semejante al cotidiano, trascendido por el  misterio y prodigio.

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Y es que a estas alturas ya deberían saber que en el universo del folletín toda apariencia es engaño y toda realidad prosaica posee una cara oculta que la desmiente. Así, desfilan en El Fantasma del Louvre una serie de personajes extraños en torno a un espectro negro, vacío, hierático y sin rostro que aparece por las noches en la sala del museo que alberga la estatua del olvidado dios Belphegor. Como es de rigor, el fantasma surge y se desvanece sin dejar rastro, matando de paso a algún que otro guardia nocturno y recibiendo como si tal cosa impactos de bala que le dejan tan pancho.

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Noche encantada, sombras huidizas que convierten al recinto en mausoleo encantado poblado por divinidades muertas y hombres aterrados frente a una ciudad que mostrada en sus aspectos más realistas y cotidianos, los sótanos del Louvre albergan espacios insospechados donde los descendientes de los Rosacruces ejercen oscuros rituales encaminados a obtener el secreto de la piedra filosofal. Y es que la escultura de Belphegor, descubrimos poco a poco, está hecha del Metal de Paracelso, materia mágica empapada de misterio y radioactividad que solo los ojos del Fantasma son capaces de descubrir.

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Espectro que no es sino marioneta en manos de una secta sin escrúpulos gobernada por Lady Gramófono, vieja solitaria jefa de bandidos y criminales víctima con el tiempo de su propia maldad. Un enamorado que duda entre dos mujeres, una señora de esas que llaman fatal encarnada por la musa existencialista Juliette Greco, un espectro de figura tenebrosa y rostro de cuero que pone los pelos de punta en cada una de sus contadas apariciones, un comisario de policía y un romance imposible jalonan canónicamente la acción.  

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Escenas gloriosas, como las de Belphegor incandescente lanzando rayos por los ojos, alternan con vulgares pérdidas de tiempo encaminadas a dilatar sin más la acción, recurso y vicio habitual del género. Ciudad cotidiana contrapuesta a la realidad nocturna de crimen y misterio sobrenatural, vulgares calles comerciales cuyo reflejo inverso es ese subsuelo donde se ventilan secretos alquímicos y magias oscuras, muchachas que sometidas a rituales malignos devienen radares humanos capaces de catalizar la energía descubierta por los antiguos babilonios: feliz cúmulo de disparates narrados con parsimonia y frialdad, como si de un filme casi de Antonioni se tratara.

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Largos diálogos, muy literarios, entorpecen algo un ritmo por lo demás impecable. Acción loca disfrazada de cuerda su devenir es lineal, sin ramificaciones: en este sentido son las series de hoy, con sus continuos cambios de escena, sus varios hilos argumentales simultáneos y sus distintas líneas de acción, mucho más folletinescas que Belphegor por paradójico que parezca. No en el tema, desde luego, pero sí en sus formas. Pequeño inconveniente, si se quiere, que no invalida la magia que hoy continúa trasmitiendo este serie modélica, testimonio de lo que pudo ser una televisión europea hija gloriosa de sus más estrambóticas raíces, antes de que la cosa esta de la globalización lo echara todo a perder…  

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