A lo mejor algunos de ustedes se acuerdan de Don Valentí Castanys, colaborador durante mucho tiempo del TBO, autor de los que como dijo Batllorí Jofré, «dibuja en catalán», hijo de la línea primigenia abierta por Joan Junceda y creador de L´avi del Barça desde las páginas de El Once y El Chut, dos populares semanarios deportivos. Un autor sabio en la composición, de línea sintética y precisa, segura, de aquellas que son capaces de hacer pasar al universo entero a través de su propia mirada.
Don Valentí forma parte del amplio grupo de autores catalanes de derechas refugiados durante la Guerra en San Sebastián; Serra Massana, Canellas Casals o Mercé Llimona son otros de los que coincidieron en ese exilio. Todos ellos se pusieron a colaborar -hay que comer- en el semanario infantil Pelayos, editado por la Comunión Tradicionalista, o sea, los carlistas, quintaesencia de la carcundia más ultramontana.
Tebeos, sabrán ustedes, se siguieron editando durante la Guerra: Aventurero, Mickey, Pocholo, Pulgarcito o el mismo TBO apenas acusaron en sus páginas la realidad bélica, menos aún la propaganda. Todo lo contrario que Pelayos: de cabo a rabo era vocerío político, consigna clerical, ríos de agua bendita mezclada con sangre. Con sangre de la Otra España, claro, de la que estaba enfrente ideológicamente. La publicación rebosaba mala baba, pero hay que reconocer que gracias a las colaboraciones del grupo catalán su nivel artístico era bastante bueno.
Bueno y venenoso; había que comer, decía, pero de colaborar en el Pelayos sin más al virulento entusiasmo exhibido por Castanys media un abismo. Vean si no a sus milicianos monstruosos, a los inhumanos fantoches republicanos, al mismísimo Franco elevado a la categoría de Dios Sol. Por no faltar, ni el antisemitismo falta.
Dibujos hechos de odio que odio enseñan. Sencillos, coloristas, atractivos, como la misma pasión cainita que tanto nos ha seducido siempre por estos pagos…