Archivo mensual: septiembre 2014

Antifaces, onirismos y bellezas desvaídas

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Colores que parecen deshacerse víctimas del tiempo, glamour oxidado, candidez, papel inconsistente, sueños apolillados, actores muertos y modas olvidadas  convergen para fabricar esa sentimental fascinación que despiertan los programas de cine. Nunca han aparecido por este Desván, una injusticia que hoy toca reparar con esta selección caprichosa en la que abundan los antifaces, las mujeres fatales, los sombreros de fieltro, las maravillas que tanto excitan mi viejo paladar.

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Entreténganse, si gustan, en buscar en la red de redes datos sobre los estrenos aquí anunciados; si desean profundizar sobre el tema, acudan sin demora a CINE Y PROPAGANDA, donde sabrán de los artistas españoles responsables de estos grafismos, de las formas múltiples de los programas,  de las pasiones que todavía despiertan. Más que cualquier fotograma son icono fílmico insustituible, testimonio de cuando ver una película en la sala oscura tenía todavía algo de sagrado. Promesa también, como los trailers, de portentos a menudo superiores a los que el filme mismo ofrecía.

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Excelentes dibujos, composiciones impecables, tipografías sugestivas, fotogramas coloreados. Y hasta troqueles y desplegables como los dos últimos que muestro, prodigio de baratura espectacular. Que como saben todos los que me conocen, es de lejos la que más pueda gustarme…

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El secreto de Charlie Chan

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Charlie Chan´s secret.  Director: Gordon Wiles. Con Warner Oland, Herbert Mundin, Rosina Lwrence, Charles Quigley. USA, 1936

Diez años llevo perorando, seis desde este rincón virtual, como para que todavía haya quien ignore el entusiasmo que en el Desván despiertan los ensueños del Cine Pulp. Y entre ellos, más que ningunos, los que constituyen largas sagas protagonizadas por personajes fijos, a ser posible provectos, correctos y engominados. Y de todos estos -que no son pocos, no crean- la devoción que se siente por aquellos caucásicos empeñados en hacerse pasar por chinos raya la obsesión. En otras palabras, que quiero mucho a Charlie Chan, Rey Sin Corona de los Asiáticos Impostados. Así que nunca está de más volver sobre él, si les gusta como si no, qué diantres!

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Ayer emitieron por Canal Desván Charlie Chan´s secret, tan vigente hoy como en 1936 cuando se estrenó. Volver sobre este tipo de cine supone sumergirse en placeres ya conocidos, ejercer de nuevo el oscuro vicio de la iteración, clave de la narrativa de género que tanto nos satisface como muy bien expresara don Óscar Wilde con aquello de «en toda repetición hay un placer». El secreto de Charlie Chan no sorprenderá a nadie que conozca otras aventuras del detective devoto de Confucio: lo contrario sería defraudar cualquier expectativa razonable.

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Como es norma en los filmes de la serie, este Secreto es un whodunit alambicado, adornado con esa parafernalia estética y argumental que tanto amamos: personajes excéntricos que siempre parecen ocultar algo, ambientes de alta sociedad, señoronas elegantes, mayordomos, damas de compañía y cadáveres que con su presencia rompen la confortable rutina. Trama que debe insertarse según manda el canon en un ambiente lejano para el espectador, sea la China, las casas de los ricos o el club de la élite, lugares tan inalcanzables como la luna o la Atlántida a efectos prácticos. Aquí es una mansión señorial hecha de sombras y maderas nobles por la que deambulan arquetipos diversos, escenario  no por conocido menos estimado.

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 Asunto de herencias millonarias en torno a las que pululan un puñado de educados lobos acechando babeantes, aderezado por la afición de la señora de la casa a organizar sesiones espiritistas que le van como anillo al dedo a una mansión que hasta demonios tiene labrados en el dintel de la puerta principal. Old dark house de iconografía gótica, con paredes que se abren para dejar asomar manos que arrojan cuchillos, un sirviente desabrido y siniestro llamado Ulrich, que es nombre como muy de miedo, un mayordomo miedica que con sus tontunas alegra la fiesta -el siempre grato Herbert Mundin– y una médium fraudulenta y lánguida provista de tablero de ouija y muerto apuñalado, elementos tan propios de su oficio.

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Y un montón de cosas que agradecer: Warner Oland humilde y perseverante recitando proverbios chinos, una dirección ajustada y eficaz de aquellas que pasan sin dejarse notar, la ausencia de cualquiera de los hijos medio lelos del detective con su eterno humor mala pata a cuestas, una fotografía precisa y sombría (a cargo de Rudolph Maté)  y un sentido de la maravilla que todavía hoy late bajo cada uno de sus fotogramas. Cine honesto y puro, sencillo, que no simple, del que nunca cansa por más años que se le echen encima…

Caperucita y el Hombre Lobo

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¡Menudo regalazo les traigo hoy para inaugurar como quien dice la temporada! ¡Nada menos que una hermosísima versión de ese clásico de los cuentos de horror que es Caperucita Roja, enterita de cabo a rabo para que no se quejen! Recréense con el exquisito trazo del genio Asha, su autor, un exquisito y muy escurridizo dibujante de los años veinte y treinta, al parecer de origen belga, que se prodigó en publicaciones para niños en la España de la Dictablanda y del que parece imposible averiguar casi cualquier cosa… ¡Y mira que me gustaría…! 

Barroco, amigo del disparate, amante del absurdo y el exceso, la suya es versión cruda, perversa por los cuatro costados y sin embustero final feliz: léanla atentamente, vean a ese Hombre Lobo pedófilo y bestial, contemplen a las locas parientes de esta Caperucita de trasfondo erótico y cruel, de aquellos que perturban bajo su aparente candidez. Un relato en que el protagonismo lo detenta un Lobo babeante de hambre y lujuria, colmillo presto y cuchillo en mano, suerte de Lolita y Jack el Destripador que culmina en una de las páginas más feroces que háyanse ilustrado nunca para la infancia… Vengan y estremézcanse…

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Segundo López, aventurero urbano

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SEGUNDO LÓPEZ, AVENTURERO URBANO

Director: Ana Mariscal. Con Severiano Población, Ana Mariscal, Martín Ramírez, Tony Leblanc. España, 1953

Recién arribado, viva aún en la piel la nostalgia del Paraíso Perdido, pleno de buenas intenciones de aquellas que empiedran el camino del infierno… el Abuelito ha regresado!!  Y lo hace de primeras con un filme que ayer pasaron en Canal Desván, clásico casi oculto del cine español que, no se engañen, sin sangre ni muertos mete miedo del chungo, y que aunque no contenga puñaladas ni persecuciones resulta aventura de principio a fin. Título más que interesante por su voluntad heterodoxa respecto al cine facturado por entonces en aquella España del Tío Paco que el tópico tan machaconamente repetido manda grisácea e incolora.

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Es Segundo López filme de aventuras con héroe acompañado de niño, como Tarzán y Boy o Roberto Alcázar y Pedrín, lanzados con lo puesto a los pleamares de la vida, que diría doña Aghatha . Llegado a sus cuarenta y siete años desde su Cáceres natal hasta Madrid, Segundo encuentra allí al golfillo Chirri, que le introduce en su peripecia urbana. Camino iniciático jalonado de miseria, espejo de pobreza material y espiritual. Como buen héroe, el analfabeto Segundo no piensa sino en salvar a su dama -una Ana Mariscal enferma de hambre y penuria-; como tal, nunca logrará adaptarse a una sociedad inclemente y cruel; como español, responderá con nobleza, ignorancia y hoscos modales las situaciones a las que su mala cabeza le lleva cada dos por tres.

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Trasuda este aventurero urbano miseria por los cuatro costados, la de su tiempo mismo: un Madrid inhóspito de cascote y desconchados, de tugurios roñosos y explotación feroz, de personajes castizos moldeados como su tiempo por la aspiración única de la supervivencia en una jungla hostil no apta para el sentimentalismo, característico tanto del protagonista como de buena parte del cine patrio del momento. Y es que si no fuera por esa pátina de ligereza y amabilidad hoy desfasada y algo cursi, difícilmente hubiera pasado la censura un filme como este, que más allá de cualquier etiqueta muestra bien a las claras las carencias e injusticias de un tiempo inclemente, visión desesperanzada y cruel en las antípodas de la España oficial querida por el Régimen.  

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Viven Segundo y Chirri entre pensiones astrosas de paredes encaladas que se deshacen y despensas cerradas con llave, cuando no entre ruinas al fresco calentando sus harapos a base de hogueras y vino, alimentados de ignorancia y tabaco. En su descenso a los infiernos  trabajan como portabultos, aparcacoches, recogecolillas  y otros oficios hambrunos, como sucedía en aquellos otros dos clasicotes, Surcos (1951) y Mi tío Jacinto (1956) con los que este de doña Ana Mariscal puede hermanarse sin empacho. Niños que toman coñac a chorro, vendedores de cigarritos sueltos, ancianas aficionadas al habano y al espiritismo, bebedores de aceite de girasol a falta de otra cosa para calmar la gazuza: un Madrid muy pero que muy lejos del cantado por las instancias oficiales de cualquier tiempo y lugar, a contracorriente de todo y de todos, que aún hoy gusta bien poco el celuloide que desvela nuestras miserias.

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Aventura hecha de voluntad -la de doña Ana- y vagabundeos -los de sus héroes-, sin principio ni fin, eterna como la vida, aunque sea urbana y al cabo tan cercana todavía…

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