Archivo mensual: diciembre 2013

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Se acaba el año y yo que no pienso más que en largarme del Desván. Común afán escapista que toda personita alberga, o debiera. Marcharse, huir, distraerse en el sentido más literal, que a pelo la vida es difícil de aguantar. De ahí la cosa moderna de la droga, tan de moda desde los recientes años sesenta.

Ni entro ni salgo -allá se las componga cada cual- aquí les traigo pequeña muestra para instruir deleitando de tan controvertido tema. Visión pulp expresada en tebeos cochambrosos -las páginas corresponden  al título italiano «Crónica Negra«, campeón campeonísimo de lo políticamente incorrecto, en su versión española- tanto como en libros de divulgación de portadas abismales con olor a moho y secreciones. Y por hoy ya no hablo más, que como les decía me largo al monte y no me van a volver a ver el pelo hasta que los únicos Reyes que dan en vez de quitar no se hayan dejado caer por España. Dejen pues al ojo disfrutar con estas cubiertas, no exentas de humor y regocijo. ¡¡Feliz año nuevo a todos, menos a los malos!! ¡¡Que esos ya se lo procuran ellos solos a nuestra costa!!

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Alberto Sordi contra los Platillos Volantes

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IL DISCO VOLANTE – Director: Tinto Brass. Con Alberto Sordi, Monica Vitti, Eleonora Rossi Drago, Silvana Mangano. Italia, 1964

Quién me iba a decir a mí que un señor moderno como Tinto Brass, aparentemente tan contrario a este Desván circunspecto y rancio, iba a aparecer algún día por estos pagos. Y sin embargo aquí está, con uno de los primeros filmes transalpinos de ciencia ficción, comedieta, sí, pero al cabo de marcianos y platillos. Después de estos días pasados trufado de virus informáticos y de los otros, que me han impedido venir con ustedes, les traigo hoy un Festival Alberto Sordi, ese icono sacro de lo italiano tan cercano a lo nuestro que a veces hasta llega a confundirse. Y por partida cuádruple, pues encarna en este Disco Volante a cuatro personajes nada menos, desde el carabinero de bigote al cura borrachín, pasando por el contable con ínfulas de escritor o el mariquita hijo de una condesa. A ver quién da más.

vlcsnap-2013-12-23-09h21m18s81Comienza este filme curioso y singular, rodado en plena fiebre UFO, como si fuera un documental con el Iker Jiménez de turno entrevistando campesinos de la Italia profunda acerca de sus avistameintos de marcianos. Niñas que tanto ven alienígenas como a la Virgen, contables que despotrican de Moravia, Pasolini y los demás «intelectuales de Roma», cansadas mozas que trabajan como animales de carga, todos, excepto las fuerzas vivas, han tenido experiencias con extraterrestres. Novedad sideral a la que acogen entre la curiosidad y la desconfianza, como a los jipis, los turistas, el pop o cualquier otro síntoma de la vida moderna que los sesenta traen imparables.

vlcsnap-2013-12-23-09h19m35s73Y es que de eso va esta comedia negruzca de miseria y picaresca, de ristra de cebollas y trajes espaciales, casinos de aldea y extraterrestres apolíneos. Costumbrismo rural ignorante y prejuiciado contra marcianos que representan la indeseada novedad. Alienígenas utilitarios, a quienes se les da de garrotazos y se les lleva a vender en motocarro, incluida una marcianita de trasparente busto que enciende las pasiones de la aldea entre carnavales y rebaños de ovejas. O se les tira a un pozo alegremente como a los forasteros al pilón, en la mejor tradición bárbara del agro latino.

vlcsnap-2013-12-23-09h15m21s73Dosis recurrentes de sexo, de la mano de bellezones como las señoras Vitti y Mangano, salpican la acción, llena de personajes medio salidos o salidos y medio, tan típicos de las comedietas que pronto han de llenar las reprimidas pantallas de calzoncillos, sostenes y mariquitas tanto aquí como en Italia, con don Alfredo Landa como representante más conspicuo. Acompañan en proféticas maneras los modos fílmicos de Brass, con esos zooms y travellings mareantes que prefiguran locuras venideras, disimulando un poco el ritmo algo torpe de esta historia llena de buenos momentos y contada como a trompicones. O será que a mis años no estoy acostumbrado yo a tales moderneces. Curas de sotana y astronautas de pantalones de plástico, o cómo reírnos una vez más de nuestros lastres. O de los de los italianos, qué más da, hermanos como somos en  latino escepticismo y subdesarrollo…

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Tomajauk contra los Monstruos

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Vivimos encaramados en el mito: nuestra genética lo manda. Alguno como el del Eterno Crecimiento nos trae hoy por la calle de la amargura; hasta hace bien poco todavía se sostenía aquel de que el progreso de la humanidad es una línea continua que siempre apunta hacia delante. La realidad lo desmiente por todas partes.

En los años sesenta Norteamérica se volvió gozosa, escandalosa y felizmente loca. Tanto jipi, tanto fumisque y tanto despiporre compusieron una era  de tolerancia que las Fuerzas Vivas bien se ocuparon en seguida de estigmatizar ejemplificando lo que digo: que en cuanto se avanza un paso, se retroceden luego dos. No sólo los tebeos de Crumb y compañía mostraron esa alienación tan alegre, lo hicieron en harto mayor medida los normales, que de repente se plagaron de festivos absurdos, de sorpresas sin límite, de extravagancia de esa que tanto nos ha marcado para bien o para mal.   

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Pocos géneros como el Western a los que les sienten tan bien unos gramos de locura. Eso que llaman Weird Western, espacio de pistoleros y marcianos, de dinosaurios y tramperos,  me gusta más que comer fabada, que ya es decir. Vean la muestra que hoy traigo bajo el brazo. Tomajauk, un héroe pionero en perpetua lucha contra indios y casacas rojas británicos al que desde los cincuenta ya le hacía tilín la cosa de la aventura demente, pasó a convertirse en abanderado del  Oeste Fantástico, y de qué modo. Tribus de sioux submarinas, monos vestidos de Davy Crocket, gigantes, enanos, fantasmas y pterodáctilos: nada era suficiente.

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Para saber datos técnicos siempre útiles y bonitos, pinchen AQUÍ y se lo contarán al detalle, que estando ya la información disponible no veo por qué se la tengo que repetir yo. De Tomajauk encontrarán multitud de bellas imágenes en la red, yo les he traído algunas de la versión mejicana de San Novaro de las que en la Piel de Toro se distribuyeron entre los cincuenta y los setenta. Cuando el ayudante del héroe se llamaba Daniel Tello, sus compañeros guerrilleros Yunque, Chimenea o Bala de Cañón, y los textos, resumidos del original, estaban salpicados de modismos charros. Imágenes de un poder de fascinación asombroso, inmune al paso del tiempo… o será que yo estoy cada día más viejo y más pellejo…?

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El Imperio de Drácula

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El imperio de Drácula Director: Federico Curiel. Con Lucha Villa, César del Campo, Eric del Castillo, Fernando Osés, Guillermo Zetina. México, 1967

 Comienza este Imperio de Drácula con unas tomas de la Mansión Gris, un castillo de juguete de torres cónicas inequívocamente vampíricas, morada del siniestro Barón Drakulstein. El plano siguiente muestra la sombra de una figura desplegando una capa en gesto característico de upiro. Un primer plano de una dentadura humana con colmillos remata la faena.

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Estos tres primeros momentos definen de golpe tanto su voluntad clásica como su absoluta falta de singularidad. No hay intención alguna de rebasar en lo más mínimo las fronteras del tópico. A nadie sorprenderá pues que en modélica sucesión vayan apareciendo todos y cada uno de los lugares comunes del género: carruajes fúnebres sin conductor tirados por caballos negros, noches de luna llena tan propicias a los monstruos, vampiros aristócratas que imitan a Cristopher Lee, jovencitas mordidas en su dormitorio, exhuberantes Lupitas decimonónicas, hasta un criado no-muerto que responde al nombre de Igor…

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Contada con trazos muy mexicanos -fidelidad al canon vampírico, colmillos colosales, parquedad de medios, criptas de cartón-, El imperio de Drácula (quien, por cierto, no asoma por ninguna parte) bebe también de las nuevas fuentes abiertas por la Hammer, con sus modos naturalistas, su montaje moderno, su pizquilla de erotismo y sus querencias góticas.

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Ya lo dijo Óscar Wilde, ese hombre sabio: en toda repetición hay un placer. Y un tormento no pocas veces, añado yo. Porque contemplar a estas alturas a dos sabios discutiendo sobre la existencia de los vampiros frente al cadáver de una muchacha sin sangre, es cosa capaz de acabar la paciencia de cualquiera. Y así sucede con todo el metraje: no es que no sea correcto, que lo es con creces: es que ya lo hemos visto cien veces. Por mucho que nos sigan cautivando las telarañas, las catacumbas y los desafueros, sin unas gotas de originalidad que les animen terminan por resultar plato demasiado insípido…

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