Archivo mensual: noviembre 2013

¡¡El Abuelito llega a Facebook!!

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¡¡Atravesando junglas, sorteando caimanes, crecidas las barbas y corajudo el ánimo… ¡¡¡EL ABUELITO LLEGA A FEIBÚS!!!

Sí, nietucos, que me trague la cosa actual esta del demonio con sus fauces, que muy a gusto me dejo engullir con tal de seguirles contando desde esa nueva tribuna los avatares del MONDO VIEJUNO, las correosas imágenes que me obsesionan, los más polvorientos secretos del Desván, los filmes más escondidos, la grandeza de los Hombres a Pedacitos, las jacarandas del Moderno pero Español, las estampitas del Dios de Nuestro Tiempo… para todos ustedes, a diario o casi, un Abuelito inédito y moderno como el que más en el Facebook este que desde hoy es su casa: https://www.facebook.com/el.abuelito.3 

¡¡Allí les espero,  a ver si no tardan!! ¡¡Que no está el horno para bollos!! ¡¡Al que no venga, coscorrón que te crío!!

2000Maníacos, de los 80 hasta hoy

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Que hace ya tiempo que el 2000Maníacos ganó la categoría de clásico es cosa que nadie osa discutir; que sus páginas, casi veinticinco años después de su fundación, siguen destilando sabiduría, amor por el celuloide, pasión por lo bizarro y genuino espíritu punk, todos ustedes deben saberlo al dedillo. Tal ocurre con esta última entrega, dedicada por entero al cine de los ochenta, ese tan moderno, en sus vertientes de la B a la Z. Mas ni por un momento se les ocurra pensar que la mirada maníaca sobre la década es la normal. Para muestra, algunas frases entresacadas de algunos de sus artículos.

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«La apología de esta década no puede hacerse a la ligera en nombre de la nostalgia de los cojones, porque aquellos sacacuartos también nos quitaron cosas mientras nos ponían el cepo del candor y la diversión. Spielberg, Lucas y compañía se cargan de un plumazo toda la mala baba y la radicalidad que una generación crispada parecía haber conquistado, ofreciendo un menú infantil del que no habrá retorno. Desde entonces el único cine para adultos será el porno«. RUBÉN LARDÍN, Los 80 son nuestros.

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«-¿Te gusta la secuela de Gremlins? A mí no.

– Pues a mí me dio de comer, y tampoco me gusta tu madre porque es vieja. Es de 1990, y con ella empieza la década de la vergüenza. El grunge, la autoparodia y todo eso.

-Las películas juveniles de los ochenta eran las mejores.

-Los humanos sois más felices de jóvenes y creéis que todo era mejor, pero es mentira, es que os volvéis pellejos. Os molaría que no naciese nadie después de vosotros«.

Charly Álvarez, Gizmo caca – Entrevista a un Gremlin que vive en la indigencia.

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«Pero los tiempos habían cambiado. Aunque los dos primos Menahem Golan y Yoram Globus firmaron la paz en 1992, siguiendo juntos y por separado en el negocio del cine, es imposible resucitar el espíritu Cannon. El espíritu de los ochenta. Cuando la serie B era serie B, y Godard, John Cassavettes o Barbet Schoroeder podían trabajar para la misma productora que Chuck Norris o Charles Bronson.» Jesús Palacios, Los locos de Cannon Films.

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«Muchos sábados por la mañana también íbamos a alquilar con mi padre. Con él teníamos varios videoclubs de referencia, los más cutres, en los que te podías llevar diez pelis y devolverlas cuando te viniera en gana. Nos dejábamos guiar por cuanto de caótica, espeluznante y alucinada fuera la carátula, aunque el título en sí también podía ser determinante. Por ejemplo, Apocalipsis caníbal cumplía todos los requisitos…» Gerard Fernández Ordel, ¡Locura en el video club- Las 50 carátulas más molonas del videoclub ochentero.

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Su Abuelito, para quien ya saben que no hay más década de los ochenta que la de 1880, va por libre y se despacha con un homenaje a San Lon Chaney que no se lo salta un torero. Sabrán allí del milagro de su transfiguración, cuando bajo el maquillaje de payaso de El que recibe las bofetadas se adivinaron los rasgos de la cara de Cristo; de su papel mesiánico y redentor, trayendo al celuloide la Buena Nueva del Monstruo; de sus venturas y de sus desventuras. Y aumentar su sapiencia underground con artículos sobre el fantástico del Bollywood de los ochenta, el porno de la época para los forofos de la entrepierna o la trilogía que el extraviado Tobe Hooper facturase para la Cannon antes de desvanecerse en el vacío. Perlas cinéfagas sólo aptas para irredentos de la Cultura Popular. Como ustedes o como yo mismo…

¡¡Cómprenlo en su librería habitual o escriban sin tardanza a pipoelpayasoborracho@yahoo.es !! ¡¡Dense prisa antes de que se agoteeeeee!!!  

El Poder Invisible

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Un Hombre Invisible, estarán de acuerdo, sería elemento más que suficiente para singularizar cualquier saga genérica, sea en tebeos, folletines, pulps o cualquier otro de los ecosistemas donde tales criaturas habitan. Mas ya saben, avezados nietales que son, que el cuaderno de aventuras de los cincuenta es ávido de excesos y no conoce hartura. Para muestra este botón que traigo hoy, anticipo glorioso, pequeñísima muestra de unos de tantos hallazgos de los que estará repleto el librote que estoy preparando y que me roba el tiempo que a este Desván debiera dedicar: SUPERHOMBRES IBÉRICOS  es su título; para primavera ha de aparecer, ya veremos si es verdad, que son estos tiempos de zozobra e incertidumbre…

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Pero vayamos a lo de hoy, que si no me despisto: sabios con bigote, mujeres fatales cigarrillo en ristre, chinos obesos, máquinas del tiempo, minas subacuáticas y seres verdosos, plantas carnívoras, mujeres invisibles y hasta un superhéroe con sombrero: nada es bastante para El Poder Invisible, la colección que el anarcoide Joan Llarch y el estajanovista de la viñeta Martínez Osete creasen para la editorial Ferma en 1957. Prodigio de sencillez, pasión folletinesca, maravillas de a peseta y acción a raudales, ninguno de los dos se corta un duro a la hora de intentar mantener el interés del lector. Ya ven qué portaditas estilo comic book se marcan…

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Cuenta la serie del empeño de un sabio loco, El Poder Invisible, en convertirse en dueño del mundo, que menos habría sido pecar de falsa modestia. La protagoniza el malo, como en las novelas de Fu Manchú, un malo que no desdeña nada para conseguir su objetivo: aliarse con traficantes de opio, espías extranjeros, seres del fondo del mar que gustan la sangre de los terrícolas o engrosar humildemente la nómina de atracadores de bancos que pueblan la América soñada del tebeo español. Pequeña o desmesurada, cualquier cosa le vale con tal de chinchar un rato a la doliente humanidad.

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No pienso cansarme de reivindicar un pasado en viñetas que la historia oficial nos ha hurtado, pródigo en hallazgos, delirante paraíso de serie B orgullosa de serlo. Prehistoria POP que en cualquier otro lugar llenaría de orgullo a sus habitantes, y que aquí sólo es apreciada por un puñado de gentes cabales que saben echar a un lado sus prejuicios. Si les gusta bien y si no también, que privilegio es de la edad repetirse y atascarse como llevo haciendo en esta casa desde hace ya un montón de tiempo, incansable heraldo de frutos de tiempos pretéritos, tan disfrutables y dignos de recuerdo como estas fantasías autárquicas de la viñeta de los cincuenta…

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Los misterios de París

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Les mystères de Paris. Director: André Hunebelle. Con Jean Marais, Raymond Pellegrin, Dany Robin, Jill Haworth. Francia, 1962 

No achaquen mi prolongada ausencia, se lo ruego, a haraganería, sino al tráfago en que nos sumerge el mundo moderno del que a veces resulta complicado poder escapar. Expuesto el arrepentimiento y hecho propósito de enmienda, vayamos a lo que toca que es una hermosa muestra de Cine Folletín, tardía, preciosista y ortodoxa como pocas, pues está basada en el clasicote por excelencia Los misterios de París del simpar Eugenio Sue, uno de los más afamados representantes de la novela por entregas decimonónica, mamá del folletín del siglo XX que tanto nos gusta.

vlcsnap-2013-11-11-16h59m54s161 Prima en la novela por entregas de Don Eugenio Sue el melodrama llevado a extremos superlativos. Mundo maniqueo de malvados ricachones que persiguen niñas mientras oprimen a los obreros y asesinan a sus rivales, de desgraciadas muchachas abandonadas al piélago de la vida, de seráficos trabajadores que sobrellevan  honrados su miseria, de mendigos astrosos y crueles ávidos de mancillar con su suciedad cuanto se les ponga por delante. El folletín moderno, el de los veinte y treinta del que tantas veces les he hablado, sustituye buena parte de estos alardes lacrimógenos por acción pura sin desdeñar del todo la tragedia, que siempre queda vistosa.

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Las formas de Sue hace tiempo que están en desuso en 1962; epítome de lo rancio y parodiadas hasta la extenuación, es insólito y por eso aún más digno de alabanza que el director francés André Hunebelle se empeñase en llevarlas a la pantalla en un momento crítico en que el cine de género está abandonando viejos predios, adaptándose a tiempos más descreídos para poder sobrevivir. El western muta en spaghetti y la aventura de época abandona definitivamente Hollywood para sobrevivir unos años más en Europa.

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Don André es director de género al modo clásico, sin distanciamientos formales ni escépticas ironías; para cuando comienza Los misterios de París ya cuenta con el éxito de El jorobado (1959), delicioso filme de espadachines ortodoxo a machamartillo, y de El milagro de los lobos (1961), donde una vez más su actor fetiche Jean Marais es el paladín, en esta ocasión muñido de yelmo y armadura. Concibe el cine como gran espectáculo, generoso en medios, con puesta en escena orgullosamente artificial, donde el color es elemento dramático y la meta a alcanzar una estética perfeccionista hasta lo relamido. Rococó cinematográfico de primer orden, de aquel que tan nervioso ponía los representantes de la nouvelle vague.  

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Los misterios de París es muestra ejemplar de su estilo. Acorde con el mundo maniqueo que retrata evoca una ciudad de lujo, con cientos de elegantes bailarines, millonarios ociosos, sombreros de copa, faldas volantes y candelabros de oro, iluminada por colores vivos y chillones. En contraste moral emerge otro París oscuro hecho de callejones de basto ladrillo, monocromo, sin los dorados y oropeles del primero. Habitan en él los pobres, malos, sucios y desdentados unos, pacientes hasta la santidad los otros. Por medio, un burgués codicioso y traidorzuelo y un aristócrata desprendido y valiente que no duda en mezclarse con el pueblo para ejercer de defensor de niños infelices y niñas desamparadas.

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Si gustan como yo de las urdimbres exageradas y caducas del viejo folletón este es su filme. Pura hipertrofia sentimental en la que no falta ni un solo lugar común, desde el libidinoso rico que persigue a la pobre huerfanita al marqués noble y viril que procura aliviar la miseria del obrero. Espectáculo visual apabullante, delicado y excesivo como una tarta de nata, lo único que se echa en falta es un humor que brilla por su ausencia. Mas hay, a qué quejarse, profusión de puñetazos y pistolones, bajos fondos, tabernas subterráneas, trampas mortales, hartura de viciosos, bailes de sociedad y hasta antifaces… Elementos sobrados para que el cine de Don Andrés merezca un lugar reservado en el corazón de las extrañas gentes que frecuentan el Desván…

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