Se acerca Jalogüin y yo, que hasta hoy he resistido su avance como gato panza arriba en nombre de Nuestros Fieles Difuntos, no tengo más remedio que sucumbir, agotadas las menguadas fuerzas. Al fin y al cabo por impostada que sea es celebración que cultiva la cosa del terror y sus iconos a los que tanta devoción se profesa en esta casa. Así que para sumarse a la fiesta nada mejor que desempolvar una colección de cuentos de miedo de la época heroica, de cuando no existía Valdemar ni Alianza había descubierto a Lovecraft, aquellos sesenta de por aquí en los que leer goticismos era considerado más inculta excentricidad que otra cosa.
Una vez más fue Molino, que no siendo la mejor es la más querida de mis editoriales, quien se encargó contra viento y marea de divulgar en su Biblioteca Oro Terror autores capitales como Algernon Blackwood, Le Fanu, Conan Doyle Padre e Hijo, E. F. Benson, Bram Stoker, May Sinclair o Edgardo Poe junto a otros modernos del calibre de Roberto Bloch -uno de sus favoritos, que no de los míos- y otras firmas de los contemporáneos pulps americanos del género. Servidos por una estética que por alejada de los patrones de los Sagrados Años Treinta siempre había visto demasiado moderna para asomarse a este Desván… hasta hoy, que les pillo su punto y todo con ese horror de camisón, señor feúcho y chica gritando en la noche. Hay que ver qué piadoso es el paso del tiempo.
Esas rotulaciones temblequeantes, ese pincel abocetador y descuidado tan propio de la época -representado aquí por Noiquet, autor de cientos de cubiertas de pulp correctas y anodinas-, esos viejos acechando jovencitas, esos resabios del policial encastrados en una colección que ha de tardar en encontrar su camino; ese fauno, ese muñeco asaeteado, esas bellezas sesentonas en alarido congelado, esos títulos sinceros y orgullosos, esa contención temática ante la deriva sanguinolenta y explícita del horror que trajeron los setenta, esa selección de textos anárquica y tantas veces exquisita: todo contribuye a realzar su encanto.
Horror clásico, horror moderno, horror de calidad y horror de a peseta: todos encuentran cómodo asiento en el pulp. Otro día traeré por aquí algunas colecciones más de aquellos años ignorantes y ávidos de sapiencia, ese tardofranquismo que ha dado en llamarse, tan ceniciento y voluntarioso en lo que a cultura popular de la que nos gusta se refiere…
Soberbio, amazing, sobrecogedor, espeluznante!!! Todos los adjetivos son pocos, abuelete. Loor y gloria a estos portadistas atemporales.
Portadistas que marcan un tiempo en que el pulp empieza a despegarse de su estética tradicional; por eso antes, radical que es uno de joven, no me gustaban; ahora sin embargo les encuentro su particular encanto, creo que eso es sabiduría… o vejez pura y dura…
Por qué esa poca simpatía por Bloch, Abuelo? cierto que el hombre no es un esteta y le iba el trazo grueso, pero tiene cosas muy divertidas…
más que poca simpatía es desapego, señor Rancio… Como usted dice es un poco basto, y cuando está en vena Mitos de Chtlhu me aburre de solemnidad. Como pulpero de pro me cae muy bien, ahora, relatos suyos que me hayan gustado mucho, pocos… «El terror volvió a Hollywood» es el que más agradablemente recuerdo…
Qué maravilla de portadas, cuando de pequeña veía alguna que había ido a parar, quién sabe cómo, a la biblioteca de mis padres me parecían horribles, y ahora, absolutamente geniales.
Y Molino siempre tendrá mi cariño porque es la editorial con la que descubrí a Agatha Chiristie, de hecho me gustaría poder reunir la colección completa pero en esa edición y no en otra más moderna (ni mejor traducida)
Lo mismo me pasaba a mí en la casa paterna, aunque pesaba más el interés por leer las historias, prohibidas a corta edad por prescripción paterna, lo que sin duda acrecentaba la curiosidad. De Aghata Christie, en cambio, las portadas me fascinaban, con esa técnica hiperrealista que no lograba comprender siquiera que alguien fuese capaz de dominar… esa sí que me hacían caer en éxtasis, por más que entonces el policial me interesara poco. Molino es grande!!!
Sí, sí, a mí las portadas de Molino de Agatha Christie me fascinaban ( y daban cierto miedo) y me siguen fascinando. Y no he visto ninguna portada de ediciones posteriores (más cuidadas, más rotas, mejor traducidas) que ni siquiera se le parezca.
Por si no lo saben, cosa que no creo, el portadista de las novelas de Agatha Christie era Tom Adams. De hecho hay hasta un libro dedicado a dichas portadas.
Pues no, no lo sabía, soy una auténtica ignorante, pero gracias a ti, Anónimo, puedo localizar ese libro y más documentación sobre Tom Adams en la red. Muchas gracias.
Por cierto, quería decir «portadas más cuidadas, menos rotas…»
Creo que me expresé mal y parece que diga que no creo que sepan quién era el portadista de Agatha Christie. En realidad quería decir que sería raro que que lo ignoraran porque por lo que veo son auténticas enciclopedias de la cultura popular 🙂 Un saludo.
Pues yo supongo que lo supe un día y que mi pobre encéfalo, saturado de datos, lo había echado al olvido… Ya ve que de enciclopedia nada, bien que le agradezco el dato, este y cuantos en el futuro aporte, amigo Anónimo…
La cubierta de «Terror» de Robert Bloch, es de Àngel Badia Camps, de hecho, tengo la suerte de poseer el original. Muchas gracias, Abuelito, es la primera vez que veo esta imagen impresa en una edición española. La Bastei alemana utilizó esta portada para una colección de novelillas pulp llamada «Komissar X», muy popular por allá arriba, colección de la cual era portadista titular Badia Camps. Un saludo.
Mil gracias por sus datos, afortunado poseedor del original de «Terror»…
Gracias a usted por su maravillosa aportación al mundo de la CULTURA. Si usted busca por la COmic Art Spain, encontrará tal original. Un saludo.