
L´ASSASSINAT DU PERE NOEL
Director: Christian Jaque. Con Harry Baur, Renée Faure, Raymond Roluleau, Fernand Ledoux. Francia ocupada por los nazis, 1941.
Cuatro casas, una iglesia, tres chimeneas que humean, una aldea casi sepultada bajo la nieve. Estampa tan navideña rara es de concebir. Entre tanta idílica imagen, un cadáver. Va vestido de Papá Noel, con sus barbas y su saco de juguetes, y no corresponde a ninguno de los conocidos habitantes del alpino pueblecito…
Hay que ver cuánta razón tiene aquello de que la necesidad aguza el ingenio: algunas de las mejores películas del cine francés nacen bajo la ocupación alemana, cuando todo atisbo de crítica social o cosa semejante está más que proscrita. Don Marcelo Carné ya lo dijo una vez: frente al monstruo no quedaba sino refugiarse en la pura estética, en la poesía. Y que no suene cursi, porque la poesía de verdad, y más si es en imágenes, es el asunto más excelso al que pueda uno aspirar.
Aquí se logra plenamente: una historia policial -entre otras cosas- queda trascendida para convertirse en realismo fantástico. Del genuino. La visión mágica de la infancia, un paisaje irreal conformado por la nieve, una loca que llama desde hace años a su gato desaparecido, un fabricante de globos terráqueos que viaja por todo el mundo sin haberse movido jamás de la aldea, un misterioso aristócrata tronado que regresa a su castillo tras años de ausencia, una ingenua criatura enamorada…
Gustan mucho los franceses, para nuestra fortuna, de convertir cualquier asunto en un fresco de vida, un recorrido gozoso por la existencia cotidiana, exaltación del costumbrismo y hasta de lo vulgar. Por mucho que como en este caso esté tal intención combinada con una trama policiaca. A nadie debe extrañar, pues es allí costumbre arraigada: recuerden quienes las conozcan perlas literarias como Una vela para el diablo, de S. A. Steeman, o del crimen en una pequeña ciudad de provincias; El fantasma del medio día, de Nöel Vindry, o la disección casi humorística de los huéspedes de un balneario de lujo; El parador de Alsacia, de don Jorge Simenon, donde casi se olvida la intriga tras tanta finísima obervación psicológica y mundana.

Tal sucede también en esta cinta prodigiosa, basada en la novela homónima del escritor Pierre Very. Título lleno de poesía de la de verdad, exento de afectación por más que así contado pueda parecerlo: ni siquiera la historia de amor entre el barón leproso y la visionaria fabricante de muñecas, que guía la trama, llega a incurrir en ella. Una fotografía excelsa, delicada, de las que sabe sublimar cada imagen casi sin dejarse sentir; un guión perfectamente cronometrado; unos diálogos reveladores en su aparente inanidad; un equilibrio impecable entre el humor, la compasión, la intriga y cuantos elementos combina sabiamente el filme, que no son pocos. Boquiabierto queda el espectador de principio a fin, tal es su rara perfección.
Así que no sean tontos y no se lo piensen: salgan ahora mismo al internaútico espacio a buscarla, que mejor manera de celebrar estas fechas no la van a encontrar. Y no teman los escépticos como yo, pues huye, como su protagonista racional y descreído, de innecesarias religiosidades. Celebración en última instancia de la vida, como la cena de hoy debe ser, qué demonios, que siempre es buena ocasión para el goce y hasta el bendito exceso. ¡Felices fiestas, nietucos, tan paganas como deseen! ¡Y que se mueran los feooooos…!